Mi mejor amiga, en sus primeros y terribles meses de casada (no habían convivido antes, y como en casi todos los inicios de convivencia, fue terrible) me contaba hace tiempo una de sus peores discusiones.
La tortilla. Bueno, la verdad es que visto así, no parece tan grave ¿verdad? Pero si detrás de la palabra tortilla van las palabras: Suegra o Tu familia...la cosa se complica. Sobre todo si las suegras respectivas se empeñan en abastecer de tortilla la casa.
La verdad es que hasta para eso hay que tener suerte. Yo envidio a las que/los que se llevan fenomenal con sus suegras ¿por qué los suegros son de otra forma?
Ella me contaba que, tratando de hacer una tortilla de patata, empezaron a discutir sobre la manera de hacerla. Él de una manera (como su madre) ella, de otra (como la suya). La cosa iba a mayores, pero tuvieron los suficientes reflejos como para cortar, mirarse y decidir hacer una tortilla nueva.
Nada de copias. Nada de sucedáneos. Nada de importación.
"Hicimos nuestra propia tortilla ¿te das cuenta?"-me decía mi amiga con los ojos iluminados-"los dos juntos, creamos una tortilla nueva y diferente y no imaginas lo rica que estaba, y cuánto nos gustó a los dos por igual"
A mí me daban ganas de llorar de la emoción. Nadie que no haya tenido esas tensiones intra-matrimoniales por causas extra-familiares (de las respectivas familias me refiero) suele entender estas grandes victorias del AMOR.
Quería compartirlo. Siempre he pensado que es una de las historias más románticas que me hayan contado nunca...."Hicimos nuestra propia tortilla ¿te das cuenta?". Esto si que es Amor y Cocina Cotidiana...y la receta es bien fácil. Coged a vuestra pareja o ser querido que tengáis más cerca, e inventad vuestra propia tortilla.