No sé como empezar este post. No sé si contar como hice la lubina, o cómo la terminó de disfrazar mi santo, o cómo he vuelto al redil de mi pescadero habitual, o el porqué dejé de hablarle.
Bueno, para romper el hielo, pongo el resultado final de la lubina, y ya voy contando todo lo demás. Total, hay confianza para leerme y decirme ¡vaya rollo!, o hasta ni terminarlo, pero eso sí, comentar y decir "Tita, hoy estás intragable"
Buena pinta ¿eh? Pues es bien facilón. La foto es mía, pero que la coja quién quiera (eso sí, si alguna vez gana dinero con ella, que reparta con las oenegés por favor)
Somos muy raros. Compramos en mil sitios. Porque nos gusta la carne de aquí, la leche de allá, el helao del mercadona...en fin. Hago la compra grande del mes en un sitio, y la carne y el pescado en otro diferente...bueno, hasta que el pescadero se pasó de listo, y yo me cabreé como una mona. Resulta que en esta pescadería están por turnos, un día el dueño (el listo) y al siguiente el dependiente, un chico encantador y muy muy buen profesional. Pues fui un lunes a por unos mejillones, que somos muy mejilloneros nosotros y se los pido al chico "ponme 2 kilitos de mejillones, anda" y me dice el chico en bajito "ni hablar, ¿como vienes hoy lunes? estos son del sábado, vente mañana"
Decido declararle mi lealtad eterna a esta buena persona, y me voy dándole las gracias. Al día siguiente vuelvo, pero no está el chico, está el dueño. Yo noto que hay pescado fresco, pero también está mezclado lo de ayer lunes, o sea, lo del sábado. Y pese a ver que la caja de mejillones parece tener la misma cantidad...me arriesgo y le digo ¿Son de hoy los mejillones? El dueño duda en un microgesto minúsculo, y me dice mintiendo (ahora lo sé) descaradamente SI. Pues venga, dos kilos.
Alguno habría fresco, no lo niego. Pero juro que los cocí al vapor, y tuve que tirar según los abría más de la mitad. Y los que llevé a la mesa solo pudimos comer dos, uno mi santo, otro yo, si siempre los has comido frescos y en buenas condiciones...los otros cantan un montón. Así que los guardé en una bolsa, absolutamente indignada, y se los llevé al día siguiente ¡lástima, estaba el dependiente, claro! así que le di las gracias a él, y le dije que le dijera a su jefe que estaban en mal estado. No esperé más, me fui volando a trabajar.
Como la carnicería está al lado, y a esa siempre vuelvo, otro día no tardó el dueño de la pescadería en pedirme explicaciones ¡él a mí! que amablemente le di. Él, claro, no sabe que juego con ventaja, y que sé por su dependiente que mezcló los buenos con los atrasados. Pero no puedo exponerle, le digo que confío en su palabra, tú me dijiste que eran buenos ¿no? pues en Mercamadrid te deben haber colado los malos, señor mío. Y no vuelvo más, prefiero las pescaderías que tienen que cerrar a media tarde porque se han quedado sin género, a las que compran de más, y por no tirarlo (normal) te lo van metiendo al día siguiente, y al siguiente, y al otro...
El resultado es que tuve que emigrar buscando nuevas alternativas, lo cual no es fácil. Soy muy muy exigente con el pescado, y además, con tanto olfato como tengo...cualquiera regular me expulsa sin querer. Las pescaderías buenas, buenas, las frescas, tienen un olor muy agradable a pescado fresco y a mar, no sé si me explico. Que no molesta, vaya.
Las lubinas no son del señor este ¿eh? no vayáis a creer. Son de la pescadería de mi lugar de compra grande habitual. Llegué justo cuando estaban sacando el pescado recién traido y la lubina estaba tan fresca que me dió los buenos días y todo: Juzgar vosotros mismos, escamas brillantísimas, ojo brillante y sin hundir (en la foto no se ve muy bien) y las branquias bien coloraditas. Además, las congelé, y mirad su aspecto una semana después:
Pues eso. Hice la compra del pescado, y contentísima, ¡qué fresquitas, las lubinas, las doradas, los bacaladitos, el salmón! Una señora arrampló con la última merluza mientras yo la decía adiós con lágrimas en los ojos...
Y a los pocos días fui al otro sitio a por la carne. Y al pasar por la pescaderíadondenomehablabaconelpescadero veo el género que tiene el muy....y como está tan fresquito, y para mí eso es un imán, y total, como no está él, que está el dependiente....pues mira, trago saliva y me guardo la dignidad en el zapato; así que no resisto la tentación y arramplo también con sepia, mero y termino suplicándole al mancebo "no le digas a tu jefe que he estado aquí ¿eh?" el chico se ríe y se hace el tonto, y dice que no pasa nada que las clientas también tienen preferencias, "tú dí que prefieres que te atienda yo y ya está". Yo le recuerdo lo que pasó, y el chico hace lo que no hizo el agarrao de su jefe en su día, me pone gratis (bueno, bien pagados estaban hacía meses) más o menos un kilo de mejillones que con un guiño me dice "Ya verás como éstos no los tienes que tirar". Vergüenza ajena me da que la gente pierda clientes por ganar 4 euros que costaron aquellos mejillones ¡jolín!
Ya le dije al chico, "cuando tú pongas pescadería, allá que voy de clienta" Se ríe, y dice que ni hablar, se duerme más tranquilo trabajando para otros que para uno mismo, es cierto y eso es otra historia...
Y ya digo yo ahora...esto prometía ser largo, pero ya llega la hora de la receta. Me gusta la lubina porque es muy fina y elegante (no porque la pongan en sitios finos, sino porque su tacto y sabor es lo que me sugiere), y facilísima de hacer de cualquier manera. Pero como mi santo es un poco lagarto lagarto para casi todos los pescados excepto los que no saben a pescado....pues pienso en hacérselo un poco ameno, y no presentarle la lubina recién sacada de la sal, así en plan campamento, que queda como rústico (además tenía tripa y todo, que es lo suyo para hacerla a la sal:
¡Bingo! Tengo esos mejillones ultrafresquísimos, y gordos que te mueres que me ha regalado el mancebo de la pescadería, así que los limpiamos por fuera y los ponemos en una cacerola tapada (sin agua ni nada, solo lo mojado de la cáscara) a fuego medio unos minutos, hasta que el vapor los abre y les ves ligeramente cocidos, entonces sin quemarte, les ponemos limón a chorro por encima y los sacamos de su cáscara y reservamos....porque voy a limpiar en trocitos la lubina asada a la sal, y voy a hacer una ensalada tibia con estos mejillones.
El plato hasta aquí podía haber quedado fenomenal. Lo hubiera regado con un poquito de limón más y aceite de oliva, unos tomatitos cherry y tirando, pero claro, la que está a dieta soy yo, no mis amores. Así que preparé un revuelto de esos de plancha de verduras (variadito, buenísimos), y una salsita decente de esas que a mi santo le vuelve loco pringar. La salsa naranjita que veis llevaba lo siguiente:
-Un ajito muy picadito
-Unos piñones picaditos también
-Un brick de nata pequeño, para cocinar
-Un chorrín de whisky
-Tres cucharadas de tomate frito
-Sal al gusto
Rehogué los piñones con el ajito, y añadí el whisky (hizo fluussss, bien, que se vaya el alcohol, solo sabor) y la nata. Solo iba a usar la mitad, solo por mojar un poquito la lubina con la salsita, pero mi santo me pidió que fuera generosa, que no quería verlo mono, sino pringar bien. Venga, todo el brick (bueno, yo siempre puedo ponerme solo unas gotitas de salsa, ¿no?) Y cuando ha dado un hervor, añadir una cucharadita de tomate para teñirlo, y probar. Si queréis, poner más, pero ir probando, que no pase del límite y solo sepa a tomate tapando todo lo demás. Quedó exquisita.
¿Habéis hecho lubina a la sal? Fácil de la muerte para quien no. Buscar pescadería de confianza, y comprar las lubinas (una si son muy grandes, pero tiene que haber unos 300-350 gr. por persona en crudo) frescas, que no las abran ni quiten tripa, solo raspar escamas. Se lavan y se ponen en una fuente de horno sobre una cama de sal gorda bien generosa. Se tapan con más sal y se deja solo la cabeza y la cola fuera. Se ponen a horno fuerte y precalentado como 20 minutos, no mucho más, puesto que se nos secarían. De todas formas ir tocando, si la costra de sal está dura ya, y dorada no digamos, sacadlo, romped la costra (como en la foto de arriba) y sacar el pescado. Se abre por el centro, retirad la tripa y la piel y coged los trozos tratando de que estén limpios sin espina.
Inexplicablemente esta manera de hacer el pescado nunca lo deja ni soso ni salado...
Bueno, pues eso, luego lo decoramos artísticamente en el plato. El resultado penúltimo fue el de la primera foto: como si fuera de restaurante, y a 28 € el plato, con un poquitín de verdurita de acompañamiento y un chorrín así como casual de salsa, y no como si hubiéramos estado pensando un rato como quedará más bonito y cÁsual (jamía)
Pero mi santo tenía que tapar el sabor a lubina (y añadir más verdura, claro) y por el camino, disfrazó toda la lubina con la salsa también en mi plato en un descuido mío, y en un olvido suyo de que estoy controlando mi dieta ¡ainsssssssss! Así es que, así es como al final nos comimos esta deliciosa ensalada tibia de lubina y mejillones...encharcada:
Observesé la cantidad de salsa que chorrea mi creación. Eso significó media barra de pan pringando por lo menos. Por cierto, para los y las amantes de los mejillones, empieza su temporada...RecordaR que los mejores se compran en mes con R
Un abrazo perezoso de domingo (que no menos sentido) para todos.