jueves, 19 de enero de 2012

Un año de amor (o Pie-pai en americano-de manzana sin leche)

Buenas....

Hoy, ahora, hace exactamente 12 meses y 12 horas que estoy en este mundo. La tal ma-ma mamamamammama (a veces se lo digo, y se pone de un contento!!!) ha pasado el día echando cuentas de lo que hacía (hacíamos) tal que hace un año, que si los dolores, que lo que tardaba yo en salir, que si que miedo y qué largo, que si que grandota y hermosota fui, que si "madre como pasa el tiempo" que si "se nos va el bebé" que si "¿qué narices hemos hecho con este año, que se nos ha evaporado?"...¡más boba estaba! Bueno, pa-pá (papapapapapapapa) también andaba con cara de tonto, muy contento y también un poco raro. Ma-ma dice que ha decidido dejar de fumar ¡justo hoy! y que la tiene un poco harta. Bueno, muy, muy harta y que esto va a acabar muy malamente, o fumando él, o volviendo ella a fumar.

¿Qué será eso de fumar? Por lo visto no hacerlo, parece un gran regalo para mi cumple.

En fin, mi ta-ta me ha hecho una corona rosa con picos y pintadita, muy bonita, y yo me la he quitado y me la he puesto muchas veces, y decían Ohhhhhhhhhhhhh, ¡bieeeeeeeen!, y me han puesto una tarta de-cito textualmente-"Masa de empanadillas extendida, con trozos de cinco manzanas pochados con un culín de agua, 5 cucharadas grandes de azúcar, una ramita de canela, y un poquito de canela molida. Se cubre con más masa de empanadillas, y se hornea pintado de huevo" Dicen que así la yaya, que es alérgica a la leche podía comerla.

Pues eso, que la tarta tenía un 1 con fuego (ojo-que-quema) arriba ¡ésto era!

Pa-pá me había estado enseñando hace muuuuuuchos días a juntar los labios y soplar como el viento Uhhhhhhhhhhhhhhh Fuuuuuuuuuuuuuuuuu Uuuuuuh. No he tardado mucho en aplicar la teoría, y creo que en alguna de las 4857 fotos que me han hecho, saldré bien retratada en tan glorioso momento. Me han cantado dos canciones muy bonitas de cumpleaños que decían mi nombre, y me miraban todos ¡más chulo! Además mi ta-ta sabe tocar Cumpleaños feliz al violín, y a todos nos ha gustado un montón.

Mientras ellos se ponían morados de langostinos y mejillones, a mí me han dado las bolitas de gusanitos que tanto me gustan porque dicen que hoy es fiesta. Otros trozos me dan arcadas, pero éstos los soporto bastante bien y no me importa repetir varias veces.
He intentado meter dos a la vez, pero la aguafiestas de mamá no cree que sea buena idea...Dice que solo tengo 4 piños y que con eso aún, no vamos a ningún sitio. El puré eso sí, lo quiero finito, finito...¡sin tropezones! y el biberón sin un grumo ¡que yo soy una gourmet como pa-pá, y me gusta todo muy en su punto!

Se han reído mucho y yo me lo he pasado muy bien...tanto como otros días, porque como todo es nuevo para mí, pues todo me hace ilusión. Esta gente está muy loca, y se ponen a aplaudir con cualquier chorrada que se me ocurre hacer. A veces ni sé que he hecho, así que repito, hasta que vuelve a caer el super-aplauso, que es como cuando cantamos Palmas Palmitas ¡una de mis canciones favoritas!

Últimamente me aplauden mucho cuando me pongo de pie y avanzo sin ponerme a cuatro patas. Solo doy un pasito. Dos como mucho, pero oye ¡que se vuelven tontos perdidos! yo no he visto cosa igual ¿acaso no ven que gateando soy un hacha, y voy mucho más rápido?
Pues una cosa os digo, que de momento...creo que voy a seguir por el suelo unas semanas más, que no es cosa de ir renqueando otra vez, lentamente a dos patas, con lo bien que controlo yo a cuatro....vamos, que tengo el récord de llegar en 2 segundos y 3 milésimas a un enchufe, ¡sólo por ver la cara de histérica que se le pone a mi madre!

En fin, que el día de hoy ha tenido novedades, como casi todos los días, y no sé si mañana se repetirá lo de la tarta esa, pero vaya, que estoy deseando que me pongan la vela de nuevo, ¡para que papá vea lo bien que voy a soplar mañana y me vuelvan a aplaudir!

viernes, 13 de enero de 2012

El mundo rosa (o tol mundo é güeno)

A mí antes no me gustaba el rosa, ni vivo ni muerto, ni palo ni fucsia (o rosa fuuuuurcia como decía mi nena grande). No es que lo detestara, es que me era indiferente.

De hecho, cuando estaba embarazada de la nena, aunque nos habían dicho que era niña, no tenía nada rosa. Primero porque no me fiaba, ante aquella frase del ginecólogo: no parece tener pene, así que puede que sea una niña. Segundo porque yo aún iba de madre moderna y guay y las palabras no bélico-no sexista iban a ser mi mantra. Luego descubres que si no tienen espada, juegan con palos a lo mismo...

Y nació mi niña, tan ojazos...¡tan morena! ¡tan gitana como era! Sí, sí, canto como Antonio Flores, pero...es que era así. Y los trajecitos neutros que yo tenía para ella ¡ay mi niña! qué poco la favorecían. Recuerdo con especial horror un conjunto amarillo de lana que la sentaba...no mal, lo siguiente.

Y alguien me regaló algo rosa. Y mi niña tan ojazos, tan morena, ¡tan peludita como era! resplandeció entre el rosa. Era como un algodón de azúcar. Nunca había visto tan claramente en una persona que un color le sentara tan bien. Bueno sí, igual que a su padre las cosas blancas.

Se me desató la locura por el rosa, y la verdad es que todos le favorecían. Tanto me gustó que por primera vez en mi vida, yo me compré prendas rosas para mí misma ¡y me encantaban!

Fue más o menos un par de años después que pasamos (no habíamos vuelto a hacerlo) por ciertos túneles cercanos al hospital donde ella nació. Ya digo que no habíamos vuelto a pasar por allí, y no sé por qué, todos los recuerdos me vinieron, pero con una extraña sensación: que en esos días en los que ella nació, cuando volvíamos a casa, yo me sentía rosa.

¡Sí! pero no cuadraba con mis recuerdos, con mis pensamientos de entonces. Yo en ese coche volvía apoyada en un muslo por el dolor de los puntos y lo demás....había llorado hasta 10 minutos antes porque la niña no comía, ni se enganchaba a la teta, ni nada, y nos echaban del hospital a casa en esas condiciones ¡la niña no comía ay madre! a la vez que estaba deseando que llegáramos a casa ¡y esa responsabilidad, esa tremenda responsabilidad que me había caido para toda la vida! Sí, que me había caido para toda la vida, ni siquiera metía al santo porque la niña era como una extensión mía, la pobre, y las tetas para alimentarla también, toda para mí, de día y de noche.

Que queremos a nuestros hijos no es discutible. Que nos agobian las responsabilidades sobre ellos, tampoco es discutible.

Por eso me extrañó aquel recuerdo de sentirme rosa, pero es la eterna dicotomía entre sentir, y pensar. Entre el corazón y la razón, el enfrentamiento entre ambos que siempre nos complica pelín la vida.

¿Cómo no iba a sentirme rosa? ¡si había tenido a mi primera hija! ¡si cumplía mi mayor deseo desde pequeña, tener hijos! ¿y como no iba a tener esos pensamientos tenebrosos, si había una persona en este mundo, absolutamente desvalida que dependía de mí por completo? ¿Si yo no la cuidaba bien, y la quería mucho, quien más en este mundo iba a hacerlo? Sentir en rosa, pensar en negro...

Menos mal que el santo fue ocupando el sitio que le correspondía en la reciente vida de su hija, tomando parte del peso de ese terrible saco de responsabilidad que me había cargado yo sola en mis pensamientos, en esa vorágine de hormonas que suben, que bajan, con puntos frescos y 80 horas sin dormir....

Luego ya controlas la situación, y dominas los pros y los contras, y sin darte cuenta eres veterana. Y te dejas llevar tranquilamente por el rosa, que aplasta ampliamente a los pensamientos y miedos negros, e incluso vas, y repites la jugada, pero esta vez vas dispuesta a sumergirte en el rosa por completo porque los pensamientos van bajo control...más o menos. Que ya sabes a lo que vas, ¡y a veces eso es peor! Pero todo lo demás se te hace al final, prevenida, absurdamente fácil.

De la repetición hace ya casi un año...pero la bebé tendrá post a propósito, y aparte.

Estoy pensando en cambiar el color y el fondo del blog, y no sé por qué me siento lila, o serenamente verde, aunque me sigo sintiendo cómoda siempre entre el rosa favorito de mi nena porque la vida entre ellas, lo es.

Vivir la vida rosa es fácil cuando te abandonas a sus risas y sonrisas, y conversaciones, cuando no miras facturas, ni escuchas la radio, ni ves el telediario.

Porque el mundo tiene a bien (a mal más bien) empeñarse en sacarme del rosa a mazazos cuando no se encierra como debe de ser a asesinos y encubridores de adolescentes, cuando notas las horas de insomnio de otros padres por sus hijos e hijas, cuando no hay dinero para investigar, cuando no hay para investigar enfermedades que afectan a niños...cuando los amigos sufren, cuando la familia sufre.

Ojalá la vida siempre fuera rosa. Que no lo sea no impide, ni nos debe impedir, visitarlo todas las veces que nuestro maltratado corazón lo necesite para reponerse, y volver a salir a este mundo feo, horrible e injusto, a sonreir a todas esas personas güenas que hay por el mundo esperando que las sonriamos.

Hoy no hay receta de cocina, no pienso andarme con remilgos a la hora de escribir tratando de buscar tema y receta, que si no, no escribo nunca. Además, que siempre hay alguien en comentarios que sí que saca la relación con una receta.

Pero sí voy a dar la receta hoy para vivir el máximo tiempo posible en el rosa, el que hace que salgamos más fuertes a la selva: poned un niño o niña en vuestra vida, de amigos, de vecinos, de tu familia, tuyos propios. Hablad con ellos, escuchadlos, jugad. Son anestésicos contra la realidad. Son un oasis en el desierto.

Son la receta de la felicidad, la vida nueva y la ilusión en la esperanza de un mundo con su visión...

domingo, 8 de enero de 2012

El anillo, la colonia, la muñequera, el lomo (o lo hemos vuelto a hacer de nuevo)

En el trabajo de su marido no convenía llevar alianzas ni anillos puestos, para evitar enganches y accidentes que ya se habían visto. Por ello cada vez que en las ocasiones especiales, el descolgaba el anillo de su sitio habitual para llevarlo en su dedo anular derecho, ella sentía ante aquel brillo inusitado un vuelco en el corazón, de nuevo mariposas en el estómago y una sonrisa picarona volvía a su rostro.

Recuerda aquella vez que, adolescentes y él en su papel muy duro a lo Dany Zuko, fingía no escucharla cuando ella, oliendo una muñequera de él, mencionaba lo bien que olía. Para ella el olfato fue siempre su sentido más desarrollado, el que mayores placeres y mayores disgustos también la había provocado.

Por eso, aquella tarde de espaldas a la gran escalera que separaba la calle del local donde quedaba siempre toda la pandilla, supo que él se acercaba, porque el olor de la muñequera le precedía como una señal, como un heraldo. Olía a Crossmen y ella sin mirar supo que él llegaba, y que se había duchado en esa colonia para impresionarla porque, aunque parecía que no la miraba, o no la escuchaba, no dejaba de hacerlo.

Mientras ella se observa al espejo, 20 años después, ve con el rabillo del ojo el anillo colgando del bote friki de colonia de Spiderman, que la nena grande le regaló con todo su amor; cuelga esperando de nuevo otra ocasión para ser lucido. El Lacoste y el Hugo Boss se acabaron justo a tiempo de no poder ser repuestos, pero el sonríe mientras se pone un poquito de "Eau de Spiderman" como aftershave.

También ella sonríe cuando en la balda del supermercado encuentra por casualidad el pack de Crossmen que él usaba en su juventud, y que, éste sí, pueden permitirse ahora que han vuelto, como antes, a disponer sólo de sus dos sueldos, que no es poco. Los Reyes Magos lo encuentran, y lo envuelven cómplices, y él sonríe cuando lo abre y seguro, recuerda aquella muñequera. Mientras su nena grande luce también regalo de Reyes muñequeras de adorno de sus tiempos. Muñecas y muñequeras, de antes, y de ahora.

Y han vuelto a hacerlo, han vuelto al principio. Y aunque tienen menos dinero que antes, son más ricos ahora, porque sólo dejándose llevar por la ilusión de las risas de su casa, ajenas a la crisis, son capaces de abstraerse de los problemas que hacen vomitar, tener insomnio y hacer calenturas en los labios por la incertidumbre.

Volveremos a hacerlo, lo estamos haciendo, como lo hicimos antes.

Hemos vuelto a curar un lomo. ¡Somos incorregibles!