martes, 23 de febrero de 2010

Amor, pan y queso



Este fue mi regalo de San Valentín. Sólo quien me conozca mucho sabe lo que adoro los quesos, y la pena que me da que mi santo no los aprecie, pues se pierde una infinita gama casi inagotable de sabores y texturas. Creo que éste es el primer año que no le preparo nada por el día de los enamorados. No es que me guste comprar, no, ni celebrar especialmente ese día, pero como dije hace más de un año aquí mismo (¡ya ha pasado más de un año!) me parece que igual que hay días para recordar cosas feas que a ninguno queremos que nos pase, hay que hacer lo mismo con las bonitas, y pararse y reflexionar sobre nuestro contrario o contraria, no sea que se haya pasado el año sin decirle ¡Tesoro, que te adoro!

Mi santo me trajo dos días antes con todo su amor una tabla especial de quesos, tan fina ella, con instrucciones de gourmet detrás, con explicaciones de cada queso y el orden recomendado para comerlos si piensas catarlos todos. Buenísimos, y como siempre, mis favoritos los muy curados y fuertes, especialmente el ibérico que es como un jamón pero en leche ¡qué delicia! y con tinto, por supuesto.

Mis palabras se vuelven contra mí para decir que por supuesto no necesito regalo en San Valentín cuando mi santo va tras de mí y de mis miserias con ojos de enamorado y de preocupación a partes iguales, o cuando satisface hasta el más mínimo capricho, o deseo ¡sin protestar!

Y este año no le recorté mil corazones con recuerdos de nuestra vida juntos, ni inflé decenas de globos para él, ni escribí lo que sentía y siento por él. Porque cuando se pierde lo más importante que un hombre y una mujer han planeado hacer juntos, se te quitan las ganas de casi todo, y casi todo tiende a tener la justa importancia.

Él no lo sabe, y ahora que no nos oye-aunque lo sospeche, porque la vida en pareja tiene a bien ¡o a mal! desarrollar la telepatía y olfato de perro-he decidido regalarle lo que seguro más desea y más costoso en estos momentos es. Le he regalado mi esfuerzo por superar mi tristeza, y sumergirme en lo cotidiano como barrera para las lágrimas que ya recogió con sus dedos en su momento, pero que ahora ya no terminan de salir, ahogándome por el camino.

O lloras o te callas-pensé-así que igual que mi tristeza es su tristeza, y su tristeza la mía...la conclusión es bien clara ¡a barrer!

Reconozco y recomiendo también un consejo de una amiga que alivia bastante: "Come chocolate y ponte al sol"-me dijo.
Mi niña, que es muy lista, me mandó al hospital una caja de bombones (roja, porque sabe que el color rojo me gusta, y llena de bombones, porque sabe que el chocolate también me gusta ¿no es adorablemente aplastante su lógica?) que nos hemos zampado con otras tantas cajas, sin compasión.
El sol...el sol es otra cosa. En busca y captura le tengo.
Gracias por vuestros comentarios, ánimos y empujones. De aquí en adelante....¡todo es mejorar!

martes, 2 de febrero de 2010

Yo amo los mundos sutiles...

...ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente,
y quebrarse...



¿Para qué poner palabras nuevas a lo que Machado, y Serrat, su voz tan bien expresaron?
Nuestra pompa de jabón, ese mundo sutil que tan felices nos ha hecho desde la nochevieja hasta hoy, se quebró. El final es indiferente. Sólo recuerdo otra nochevieja tan feliz, en la que mi santo y yo comenzamos esa conversación que dura ya 18 años ¡más de la mitad de nuestra vida!

Confieso que he llorado.
Pero también confieso, como Pablo Neruda, que he vivido ¡y más que pienso hacerlo!

Os dejo hoy esta canción-poema de vida.
Me haría inmensamente feliz conocer hoy vuestros versos favoritos. Sólo eso.

http://www.youtube.com/watch?v=Z5ZEce_4fJs