miércoles, 19 de marzo de 2014

El padrino

Un día de aquella guerra paseábamos del brazo por aquellos pasillos, los que fueron nuestro último hogar, porque el hogar está allí donde están los tuyos.
Estabas desanimado, y aunque no hablabas claramente, sí lo dejaste escapar: tenías miedo de perder las batallas, la guerra.
 
En ese momento cruzábamos el hall de aquella clínica vieja, y sobreutilizada, por delante de la maqueta del gran hospital que ya entonces estaba proyectado, y que aún tardó muchos años en construirse.
 
Era media tarde. El sol entraba por las cristaleras por nuestra derecha. Ibamos agarrados y te contesté que aún tenías que llevarme del brazo al altar, porque llevábamos muchos años de novios el santo y yo, para que nos dejaras colgados.
 
Dí en el blanco. Te estiraste, erguido, recuperaste tu apostura, y la compostura. El orgullo de padre de la novia te trajo arriba de nuevo, y en tus ojos vi brillar la meta, la ilusión. Eras muy facilón, y cualquier cosa te ilusionaba, como a mí, adoro haberlo heredado de ti.
 
Perdimos la guerra.
El tío me llevó al altar en tu lugar. Lloré por dentro todo el pasillo, y sollocé los votos porque no estabas.
 
Mierda.
Hoy me he enfadado con el santo, ha llamado a su padre a las seis de la tarde, después de recordarle tres veces que lo hiciera.
En realidad es pura envidia.
Porque no puedo llamarte.

miércoles, 12 de marzo de 2014

El día después

Ayer se cumplieron 10 años de lo que todos recordamos y recordaremos para siempre. Es una fecha redonda, una década ya, el tiempo pasa pese a todo y a todos.
 
Hasta tres veces pensé en poner, como cada año, un recordatorio...pero también me echaba atrás hacer algo por obligación, sólo porque lo he hecho siempre. Y qué más da. Este es mi espacio, a mí no se me olvidan, no se le olvidan a nadie.
 
Y menos este año, que en mi casa mi niña grande percibe por las noticias la noche del 10 de marzo, que esa historia que cuenta mamá de los días terribles previos a su nacimiento, merecen una reflexión en voz alta en el cole, ante sus compañeros.
 
Les ha inculcado su profe la buena costumbre de reflexionar y ahondar sobre las cosas de su entorno que les causan curiosidad, les premia el esfuerzo de sentarse y escribir sobre ello y compartirlo con los demás en su clase.
 
Anteayer mi niña grande por la noche se sentó a escribir lo que pasó aquel día, y yo, le fui contando y dictando los hechos, el horror, la pena, la solidaridad de aquel día. Y nos queríamos guardar todo lo demás. Se lo explicamos, pero ella escuchando, decidió no poner.
 
Ayer mi niña decidió también, no invitar a Aznar, ni a Zapatero, a su acto de recuerdo.
 
Y yo escribo hoy, porque después del 11-M hubo un día después, un día de estupor, de dolor, de miedo, de rabia, de indignación.
 
Y ayer, y hoy, y mañana, y como siempre, para los heridos, para las familias, para los ausentes....nuestro recuerdo, nuestras oraciones, nuestros abrazos apretaos.
 
 

viernes, 7 de marzo de 2014

Los viernes al sol

Es salir el sol, que lo pinta todo de otros colores, y es sentir viéndolas, así sentada en un infrautilizado banco del parque tras tantas semanas de lluvia, fríos y vientos, un no sé qué que qué se yo, que debe ser felicidad.
Es frágil. No hay que caer en la tentación de mirar mucho hacia delante, ni hacia atrás. Solo hacia ellas, con un ojo, mientras tenemos el otro cerrado mirando al sol.

sábado, 1 de marzo de 2014

Huevas aliñás y Mi Alma Perdida (de Amaral)

No, no tengo el alma perdida, aunque de lo que quiera hablar sea de un sentimiento que no la beneficia mucho: la envidia.

No soy una persona envidiosa, entre otras cosas porque soy más simple que el asa de un cubo. Pero ayer cuando venía conduciendo a casa, pensaba que sí hay tres cosas que claramente he envidiado y que a veces aún envidio:
 
La primera es ver a una mamá con su bebé, o su niña pequeña mientras yo estoy trabajando. Me gusta mi trabajo, pero más ellas, aunque me cansen. Cuando eran más pequeñitas el pinchazo era más fuerte (como si la Niña Chica no fuera aún chiquitita...)

 
La segunda, mucho más mundana, es cuando veo a alguien fumar su cigarro después de comer, o del café. Soy exfumadora y envidio profundamente a los fumadores que pueden fumar uno, dos o ningún cigarro al día sin inmutarse. Yo no, yo lo daba todo y fumaba demasiado. Ahora sólo envidio algún cigarrito, pero no mucho. La cuenta de beneficios por no hacerlo es mayor, no me cuesta.

 
La tercera es tener un chorro de voz como el de Eva Amaral. Me gusta cantar, pero lo hago fatal. Cuando escucho esta canción en el coche-que tiene que ser esta versión, en acústico- sólo con Eva cantando y Juan a la guitarra, sin arreglos, la subo y canto arropada por la voz de ella para no oir mis gorgoritos, pero disfrutando de las notas, de su entonación, de la melodía.
 
Es una canción perfecta, y envidio la voz de Eva.

Pero no se lo digáis a nadie.










Os pongo una receta rica rica, y que cunde más de lo necesario, de huevas aliñás. En el sur te las ponen en cualquier parte, y cuando las vi en la pescadería me dió mucha alegría. El pescadero dice que no es un producto que salga mucho aquí en la meseta, pese a la gran cantidad de vitaminas que dice tener, y que son muy buenas para los niños por eso mismo. A la Niña Grande le encantan, habrá que ir iniciando a la Niña Chica.

Cunden muchísimo y llenan un montón, hay que tener cuidado, a mí por lo menos me resultan un poco indigestas si abusas. El pescadero dice que las reboza enteras y las fríe, pero a mí eso me parece una barbaridad, porque como yo las hago son ligeras, y aún así...pero bueno, allá cada uno.


 







Yo pongo una cacerola a cocer agua con unos dientes de ajo, unas hojas de laurel y un puñado de sal gorda. Cuando hierve se ponen las huevas enteras a cocer por lo menos 10-15 minutos hasta que las notemos firmes y no estén blandas. Hay gente que las envuelve en papel de aluminio para cocer y que no se rompan, pero a mí no me gusta eso. Alguna se puede romper, pero no es lo habitual.



Sacar y esperar que enfríen un poco para no quemarnos y cortar en rodajas.







 
Aliñar en un bol o ensaladera con un pimiento rojo, un pimiento verde y una cebolla cortados en trozos, más grandes o más pequeños, según vuestro gusto, y una vinagreta con agua, aceite de oliva, vinagre y sal.





Poner por encima de las huevas, que queden mojadas y con el aliño por encima, y dejar reposar al menos 24 horas para que cojan el sabor. Servir con mahonesa y un poquito de perejil como aperitivo o complemento a una cena con ensalada.



Y vosotros...¿qué envidiáis?