sábado, 10 de abril de 2010

El amor por el Jamón I (o desde el No a la guerra hasta el Apoyo a Garzón)

Llevo dándole vueltas a parte de este post desde hace algunas semanas, especialmente desde el cumpleaños de mi nena, porque este año me recordó especialmente el año de su nacimiento. Ese día estuvo marcado por el jamón, y por la democracia ¡qué cosas! ¿no? ¿Pueden estar éstas cosas relacionadas? En mi pequeño mundo sí, y en el grande, supongo que también. Porque pocas cosas hay tan españolas como el jamón y la democracia como producto nacional, tan duramente conseguido, y que no deberían ni olvidar los españoles ni ésta debería ser olvidada por ellos.

Este post va a resultar algo político, pero también como siempre muy personal. A la vez seguirá tratando del amor y de la cocina y la comida cotidiana, por lo que todo lo que venga a revolverme el estómago como la justicia juzgada, creo que tiene cabida aquí.

Hace 6 años ya, tenía que haber nacido alrededor de un 5 de marzo mi nena...Debía estar agusto, porque la echó larga...9 días se retrasó. Como algunos recordaréis, había programadas unas elecciones generales para aquel 14 de marzo, domingo, como siempre para más señas. Primeriza inexperta, calculé que naciendo el 5 ¡o antes! podríamos ir a votar tan ricamente con el carrito, la nena y nuestra recién estrenada paternidad. Para cuando quise plantearme el voto por correo, o sea, pasando el día 5 de marras...ya no fue posible
He de decir que yo voto siempre, y cuando digo siempre, es ¡siempre! aunque sea en blanco (que nunca lo he hecho) pero soy hija de la dictadura, mal que me pese, y aunque sólo viviera 5 meses en ella, soy, como otros de mi generación, consciente de lo que vale no tener que cantar un caralsol bajo pena de una ostia o una noche en el cuartelillo, o poder besar a tu novio en la calle, o abrirte una cuenta corriente. La democracia es un derecho, que ganaron nuestros padres para nosotros. También es un deber: el deber de mantenerla que hemos de perpetuar sus hijos, para nuestros hijos. Mi voto, aunque fuera blanco, es mi reconocimiento al sistema, no a los políticos, sino a la democracia, que es un regalo visto lo visto en otros paises que no disfrutan de ella.

Me he ido otra vez por las ramas...lo sé. Creo que tendré que dividir el post del jamón en dos...esto me va a quedar larguísimo. Mi santo ¡santo! me dió el nexo hoy. Hemos estado con mi familia, y a la vuelta y con la nena acostada, me ha ido sirviendo canapés de queso fundido (al más puro estilo Heidi), cuñas de queso de oveja fuerte, canapés de jamón con una copa de vino mientras yo consultaba el e-mail y chafardeaba un poco por los blogs...hasta que nos sentemos a ver una peli juntos...el mejor plan del mundo. Como casi todos sabéis, pocas embarazadas pueden comer jamón mientras dura la preñez: si no has pasado la toxoplasmosis, un tipo de costipado que te contagian los gatos, la tierra, las verduras crudas que puedan tenerla, y los productos curados pero básicamente crudos como los embutidos o el jamón; no puedes comerlos en todo el embarazo. Eso lo convierte en uno de los peores antojos que he sufrido durante los embarazos (fallidos o no) dado que, pese a pasar toda mi vida con gatos, no he tenido la toxoplasmosis. Dicen que se arregla congelando el jamón: un poco sacrilegio es...pero bueno. El día del nacimiento de mi hija, además de ser uno de los dos más importantes de mi vida, fue en el que recibí algunas muestras de amistad que me enternecieron hasta el alma. Fue el día de la vida, de la democracia, del jamón, del amor y de la amistad. Realmente fue un día muy muy grande. Este año su cumpleaños fue en domingo...como en 2004. Viví toda la semana como hace seis años.





Realmente no me voy por las ramas. Estoy poniendo alfileres, y luego hilvanaré para terminar cosiendo (como pueda) todas estas ideas que me vuelan la cabeza, y que llevan tiempo gestándose.

Podría decir que la historia comienza para mí unos 14 ó 15 meses antes, a finales de enero, o tal vez primeros de febrero en una manifestación contra la guerra. Seguro que la recordáis, era el año 2003 e ignorando etiquetas políticas, muchas personas, seguro que algunas de las que leéis, nos juntamos para gritar No a la Guerra, no contra aquella decisión unipersonal en contra de la opinión de todo un país, aquella vergüenza de la foto de las Azores. Yo estuve allí, con mi madre, y con una vida gestándose en mi interior que no sabía aún que estaba ya dentro. Nadie tiene que darme cifras, ni contarme cuántos eramos cuando empezamos en Atocha y no podíamos caminar, tanta masa éramos, tratando de llegar a Sol: fue misión imposible, tuvimos que retirarnos antes de llegar por las calles adyacentes.

Será una sensación personal que aquello no iba bien: Yo comenzaba a sentir una falta de democracia asfixiante que se notaba en todas partes, en la censura a los medios de comunicación, en la manipulación alarmante, en el silenciamiento de programas y presentadores (recuérdese a Wyoming que tanto se rió de la Primera Dama de España: o la Sra. de Aznar, Dª Botella. Dios mío, creo que he hecho un chiste sin querer) La época del uso y abuso de España como feudo o cortijo, con salón de fiestas en la Lonja del monasterio de El Escorial a cargo de todos y cada uno de los españolitos. Llegué a sentir miedo de ver morir la democracia ¿ni una generación iba a durar? Esto no lo compartí con nadie...fue después del nacimiento (y del renacimiento) que supe que no lo había sentido yo sola.

Mi madre y yo guardamos como fetiches durante muchos meses las pancartas que algunos organizadores nos habían dado por las calles. Lástima que siempre hay quien allí politizó, y alejó a gente, votantes del señor siniestro que fueron allí a manifestarse contra él, y que en ese momento le habían empezado a quitar el voto: fue allí, y no en el 11-M.

Unas semanas más tarde tenía mi primer aborto.

Un año y poco después, y embarazada, esta vez, bien, pero bien, hasta la barbilla más o menos, ya llevaba 6 días de retraso del parto sobre la fecha prevista. El miércoles 10 de marzo ya no pude más y pedí la baja por maternidad. Me daba pena robarle días a mi hija una vez naciera, y rechazando una baja por cualquier otro motivo que me ofreció el médico (gilipollas que es una) me quedé en casa: cuando ya no se puede, no se puede. Al día siguiente, jueves 11 de marzo de 2004 me levanté con mi santo para acompañarle a desayunar antes de irse al trabajo mientras yo ya me quedaba tan ricamente en casa. No tengo que contaros con qué desayunamos, porque de sobra lo sabemos todos. Mi madre, histérica daba gracias al cielo por saberme de baja desde la tarde anterior: siempre se despierta con la radio, y por supuesto, se despertó con la noticia de tantas víctimas y desastre, entre ellas algunas embarazadas (como supondréis, yo tenía que ir a Madrid capital todos los días aunque no en tren)

Yo era un perro enjaulado. Yo podía ayudar pero no podía ir, estaba embarazadísima y fuera de cuentas. Ya sólo podía pedirle a mi hija que no naciera ese día. No hoy, hoy no. Era el día más terrible que se iba a recordar de la historia reciente de España, el día en el que todos los hospitales aparecían a nuestros ojos en las pantallas colapsados por urgencias y por personas buscando a su gente. Hoy no, no hoy. Ni siquiera pude ir a la manifestación de Madrid por las víctimas, hube de conformarme con asistir a la de mi pueblo, que importa, a ver, pero no hace tanto bulto.

Entre medias esos días a mí ya me habían dicho que el domingo tendría que ir a nuevo registro, y que si no había síntomas de parto, posiblemente ya me dejarían ingresada para provocarme el parto, muy retrasado ya. Así que nosotros ya asumimos y planeamos aquel domingo de elecciones. Nos levantaríamos prontito, con nuestra maleta, y de camino al hospital nos pararíamos a votar los primeritos y ¡hala! a parir como fuera.

Como siempre, el hombre propone, y dios dispone. La fiesta comenzó la madrugada del sábado al domingo 14 de marzo a las 4 de la mañana. Con esos dolores no haría falta de una provocación de parto. Esperar a la apertura del colegio electoral no era una opción. El domingo 14 de marzo de 2004 iba a ser el día en que ibamos a conocer a nuestra hija, una niña nacida en domingo.

Decía aquel libro infantil con el mismo título que los que nacen en domingo tienen suerte.Esta es la historia del amor. También iba a ser el primer domingo de elecciones que no votaba desde mi mayoría de edad. Y esta es la historia de la amistad.

Continuará...

jueves, 1 de abril de 2010

Arroz con Amor, Alegría y Cuidado (¡¡¡o he vuelto!!!)


No es novedad que he cocinado muy poco estas semanas. Más que cocinar poco, he cocinado fácil, cuando no MAL. Buf, vaya legumbres ha tenido que soportar la tropa: lentejas duras, o aguadas. No entiendo lo de que me quedaran duras, si son de esas pequeñitas, que no hay que echar en agua...pues esta marca se ve que sí, porque parecía una sopa de perdigones...
¿Y el cocido? los tres últimos que he hecho, un desastre.

Al primero olvidé echarle jamón. Pecado mortal, porque unas buenas presas, un buen caldo ha de llevar jamón. Pero bueno, comestible.


El segundo cocido de los últimos días, con un arreglo de carne espectacular para el domingo. Amanece el día del señor ¡y no puse los garbanzos en agua! Eso por darle al Caviccioli barato por la noche. Eso sí, lo que nos habíamos reido no se paga con garbanzos blandos. Bueno, la cosa se podría haber resuelto con un par de botes de garbanzos precocidos, pero el santo NO TRAGA, y dice que nainas, que le queda al final el regustillo a bote y que PASA. Se puede pedir un huevo a la vecina, pero garbanzos remojados ya es más complicado...Yo me acuerdo de Valdomicer y su truco de congelar los garbanzos remojados. Es tan buena gente que seguro me los presta, pero me pilla un poco retirao ir a por ellos, total, además estábamos en pijama todavía. Eso sí, el truco, para cuando alguna puñetera vez me quede hueco en el congelador, LO HAGO.


Total, que recuerda que recuerda, hace años unas compañeras de otro trabajo, con más experiencia que yo, me contaban que a ellas olvidar remojar la legumbre no las daba dolor de cabeza: lo ponían en la olla exprés con un poquito de agua sola, 20 minutos, y luego escurrían y cocinaban con ellas normales. Llamé a mi madre pidiendo socorro, no le pareció mal, aunque ella nunca jamás lo ha hecho. Venga, pues así lo voy a hacer. Tuve los garbanzos media hora en la olla rápida (ese tiempo con unos garbanzos remojados, es suficiente para terminarlos) y los saqué. Bastante bien, solo les faltaba por hacerse un poquito más en el centro, así que pensé en poner ya el cocido en serio, bajito, a olla cerrada, toda la mañana para asegurarnos. ¡Qué presas tenía, madre!


Al grano, que abro la olla y así, a priori, el garbanzo estaba "hecho". Hecho un callo, vaya ¡qué aspero! ¡qué sabor a almidonazo!
Bueno, pues tiramos para adelante, ¡qué remedio! para mí, que el ingrediente estrella del cocido, por rica que salga la sopa, son los garbanzos...se me amargan.


Venga. Tercer y último cocido que he hecho. Paso lista el sábado por la noche:
-Garbanzos en agua y sal: presentes
-Huesos de espinazo y de tenera: presentes
-Chorizo, dos tipos, curado y crudo: presentes
-Tocino: presente
-Bacon: presente
-Miajita falda de cordero: presente
-Morcillo de ternera: presente
-Morcilla para el final: presente
-Jamón y hueso de jamón: presente


Tener una lista con los ingredientes, hubiera ayudado a no olvidar esta vez EL POLLO que indudablemente hubiera suavizado en parte (yo no digo que todo) el tremendo salazón que organizaron en el cocido los huesos de espinazo, que eran salados (yo siempre los prefiero frescos, pero esta vez no los había)+el hueso de jamón+el tocino salado+el jamón en sí. Dicen que con una patata cociendo 20 minutos, y retirándola, se lleva el exceso de sal. Cuando abrí el cocido y vi la patata marrón debí haber empezado a imaginar la tragedia...


¿Esto se arregla con agua? síiiiiiiiiii, padre. Por lo menos 3 litros. Y no engaño, con el caldo que saqué del cocido, pude duplicarlo con el agua que hubo que añadir para suavizar aquello, nos ha durado el caldo sí. Rieté tu del Aneto a 4 eurazos el litro. Al contárselo a mi madre (que es mi cocinera de cabecera) me recomendó que los huesos salados se tengan en agua, como los garbanzos o como el bacalao el día de antes. Lo tendré en cuenta si los vuelvo a coger así, porque repito, me gustan los de espinazo fresquitos.


Bueno, esto junto a las lentejas y otras zarandajas que me han salido como el culo estas últimas semanas, creo que ha llegado a su fin. Todo se suaviza, tengo unos días de verdadero relax, con todo al día, y verdaderas ganas de cocinar. Así que hoy, armada con lo que había en la nevera, al más puro estilo "mi santo" he hecho el arroz del año, que podéis ver en la foto de arriba.


Nunca en mi vida he hecho un arroz tan en su punto, ni duro ni pasado, ni quemado, sino con el justo "socarrat" marroncito...He recopilado para hacerlo todos los trucos conocidos que me iban viniendo a la cabeza, de los que saben de esto, o de los que había probado antes y me quedé con la copla.


Se corta pequeñita pequeñita una cebolleta grande. Que no es lo mismo que cortar grande una cebolleta pequeñita. Se la pone a pochar en una miajita de aceite de oliva virgen extra en la misma sarten (o paella) donde se terminará el arroz.
Se coge un trozo de pimientillo verde pequeñito que se compró con la nena el otro día en la frutería del barrio, un trozo de pimiento rojo tan gordo, carnoso y rojo granate que dan ganas de comerse una tira, pura vitamina C mientras cocinaba. Lo he cortado todo pequeñito, y lo he añadido a la cebolleta. Se ralla una zanahoria y se añade también, y el sofrito va quedando cada vez más delicioso. Se rallan 2 tomates gordos, o 5 de bote y se añaden al sofrito, dando vueltas y extendiendo para que se haga bien y no se queme. Cuando llega el santo con unos ajos como puños, que da gloria verlos, se le añade un diente (bien gordito era) bien picadito al sofrito. El santo por la espalda casi, hecha un puñado de goyinolas, que está que lo flipa con ellas.


El sofrito que ya está casi hecho, se aparta hacia un lado de la sartén y en esa misma se ponen unos taquitos de bacon y salchichas de casquería cortadas pequeñitas a dorar. Yo he puesto unas 3 por persona. Cuando estaban doraditas, lo he mezclado todo, he añadido unas ramitas de...¿cómo se llama lo que parece perejil, pero no es perejil? y que no había probado nunca. Le añadimos una taza y media de arroz (de las de desayunar en condiciones, no de las de te, que no estamos a dieta ¿eh?) y se le da unas vueltas. Añado dos sobrecitos de colorante buenísimos, o azafrán, y el agua correspondiente (el doble y un poco más, o sea, tres tazas y poco) y a cocer 20 minutos y luego apagar y tapar otros 10.


He hecho caso de los que saben, y he procurado no achuchar el arroz, no moverlo. Eso sí, he caido en la tentación de echarle chupito de agua en el minuto 14, porque no tenía pinta de llegar en condiciones al final ¡menos mal! En el minuto 20, que empezaba a oler a socarrat, en vez de dejarlo en la vitro caliente apagada como otras veces, lo he apartado y tapado a hacer el reposo: eso es lo que le ha salvado, si no,se hubiera quemado más y se hubiera pasado además.


El resultado ha sido directamente proporcional al goce y la tranquilidad de prepararlo, a los recuerdos que me traían las situaciones en las que aprendí como tratar a cada ingrediente, al disfrute de manejar los ingredientes por separado, y conseguir ¡al fin! la mezcla perfecta, y que no sobresaliera ninguno sobre otro, y culminar con la plenitud en el sentido del gusto.


Useasé: cocinar.


Y es que, me siento bien, y eso...se nota en los "platillos" como decía Tita de "Como Agua para Chocolate"



Pd. He cambiado la opción de comentar a Ventana Emergente...ni idea del resultado, ya me contaréis. Si los habituales tenéis algún problema, decídmelo en el e-mail, o en vuestros blogs: os leeré. Mil besos.