La primera vez que puse una lavadora, como una chica mayor, seguí escrupulosamente las indicaciones que me había dado mi madre. Y la conecté, y cual gato quedé magnetizada delante de ella, sentada a lo indio ante el bombo viéndola girar hacia un lado, hacia el otro. Ora más despacio, ora más deprisa. Supongo que aguardaba la confirmación de que lo había hecho bien no viendo salir espuma por todas partes, o viendo que lenta y cadenciosamente se detenía para volver a girar al lado contrario. Creo que salvo los minutos que empleé para ir al baño, seguí todo el programa.
Cada uno se relaja como quiere (es un consuelo) o también podríamos decir, que hay que hacer de todo en esta vida. Así que yo al famoso trío ese que proponen de "Plantar un árbol (hecho), escribir un libro (¿vale un blog?) y tener un hijo (si vale hija...)" yo le añadiría: y tener la templanza de aguantar un programa largo de lavadora sentada delante de ella casi sin pestañear.
La mente humana es sorprendente. Creo que ésto no se lo había contado nunca a nadie. Creo que ni siquiera mi santo lo sabía. Ni siquiera yo lo había vuelto a recordar.
Es mi mente cual lavadora, la que mezcla y centrifuga.
La primera vez que usé el horno también aproveché el cristal que se me ofrecía, amplio, grande y generoso, para asomarme al interior del proceso mágico por el que unas cosas se transforman en otras. Lo primero que observé al horno, fue un gratinado. Por eso sé que el gratinado está varios minutos blanco, inmóvil, y en 30 segundos pasa de un sano color dorado, a un peligroso color marrón y en los 5 segundos siguientes a un incomible negro petrolífero. Posteriormente no he podido resistirme a observar como suben los bizcochos con la levadura "polvos mágicos", o incluso a esperar más de la cuenta, y no ver subir las magdalenas, que a la nena y a mí, después de intentarlo veces y veces, no conseguimos que pasen de pastita de té, eso sí, con delicioso sabor a magdalena concentrada.
Es difícil resistirse a un cristal, sobre todo si tiene luz o es transparente para que observes lo que ocurre en el interior.
Algo así pasa cuando con mucho amor y dedicación preparas un bollito en equipo con tu amor. Como las magdalenas con mi nena. Las metes al horno, y no puedes evitar observar fijamente que todo va según lo previsto.
Aprovechar los "cristales" que nos ofrecen las modernuras modernas como diría una amiga pelusera nos trae más de un disgusto y más de una decepción. Hay magdalenas que son de más lenta cocción, y "en teniendo la masa hecha y confirmada" puede resultar que uno no recuerda en qué momento lo metió al horno. Pero eso sí, dado que los cristales modernos te permiten mirar desde el principio...cualquier mínima alteración o supuesto retraso en los tiempos de cocción es vivida con angustias innecesarias. Sin cristal uno no tiene la tentación de mirar. A lo sumo a lo mejor pegar la oreja a la puerta, pero eso no da material de primera mano.
La otra doctora confirma que efectivamente, es posible que esté embarazada de menos tiempo. Latido no hemos oido, pero sí lo hemos buscado visualmente, porque si realmente es más jovencito, pero está bien, en esta semana aún no sonaría, pero ya podría apreciarse. Todos en la consulta mirábamos "a través del cristal del horno" al monitor, esperando ver movimientos de futuros latidos fetales. Hemos visto vibrar algo varias veces. No quiere darnos falsas esperanzas, pero dice haberlo visto ella también, y repetiremos la semana que viene.
Las cuentas no son perfectas, y los "polvitos mágicos" como la levadura, tampoco. La teoría dice que se ovula el día 14 del ciclo. ¿Y si el horno no estuvo dispuesto hasta una semana y media más tarde?
Lo siento mucho. El plan de no obsesionarse, incluía no controlar cuando se utilizó "la levadura".
Algo me dice que todo va bien. Será mi padre, será la virgen, que es madre, será que el miedo a perder a mi hija no me dejó disfrutar de su embarazo.
Algo me dice que todo va bien. Y como siempre, no podré evitar seguir mirando a través del cristal del horno.