domingo, 5 de mayo de 2013

Flores para mi madre

Recuerdo una foto vieja de cuando yo era un bebé. Estoy en brazos de mi madre, a contraluz, soy un bebé muy pequeñito y ella me sostiene amorosa junto a su pecho. No me está amamantando, me está dando un biberón, pero eso no le quita ni un gramo de magia al momento, capturado en la foto, y grabado en nuestros corazones para siempre.
 
Este es un post de amor, y de comida, como no podía ser menos.
 
Es un post de amor porque es para mi madre, el que me dió, el que me da, y el que le tengo. Y es un post de comida porque nunca había hablado de la lactancia materna, tema tan en boga en la blogosfera. No pretendo abrir debate, sino simplemente dejar aquí mi experiencia, igual o diferente que la de cualquiera.
 
Dar el pecho no te hace mejor madre, lo sé por experiencia. No porque yo le haya dado el pecho a las mías o no, que tras pensarlo, no es motivo de este post.
 
Mi madre no me dió el pecho, pero me deseó, me persiguió, se sometió a uno de los peores tratamientos de fertilidad, los manuales, cuando no existía ni la inseminación artificial ni la fecundación in vitro. Me persiguió cuando otras mujeres no podían más y destrozadas, tenían que abandonar. Me amó y me ama desde antes de ponerme cara, trabajó mil horas por mi y por mi hermana, y duerme con la maleta en la puerta por si le llamo a las 5 de la mañana por si alguna de sus nietas tiene fiebre. Ahora es madre de madres, y eso la convierte en madre infinita, como dice Ana hoy.
 
Desde siempre en primavera le llevaba decenas y decenas de ramitos de flores, sobre todo margaritas que ella colocaba en decenas de vasitos de yogur.
 
Hoy también te mando flores máma, todo un campo. Menos de las que mereces ¡siempre!
 
 
Besos a todas las madres,  a vosotras, a la madre de mis sobrinas, a las recientes, a las antiguas, a las repetidoras, a las madres que aún no lo son pero lo desean, a las que llevan el nombre en su vientre, a las que lo perdieron, a las que parieron, y a las madres que acunan los que otras parieron, a las madres de las madres y de los padres, a las madres que están en cuerpo y alma, a las que ya sólo están en alma, a las madres de hijos que ya no están, pero que las hicieron madres para siempre.
 
Y sobre todo, a mi madre.