Llegamos a la pisci a la hora de comer que es la mejor hora. Se han marchado los de la mañana y aún no han llegado los de la tarde. Hay sombra para elegir, la piscina está vacía, preciosa y tranquila y nos bañamos hasta que ya no aguantamos más el hambre y salimos.
Comienzan a llegar los habituales de la tarde, nuestros vecinos de césped, buscando si están libres sus sitios de siempre poniéndose lo más cerca posible si no lo están. Dentro del grupo de los habituales estamos los incondicionales, los frioleros enamorados del verano y del sudor, de los vestidos y las sandalias, de los pies descalzos y el césped el máximo tiempo posible porque en nuestro pueblo el invierno es muy largo, terriblemente largo con diez meses de sayo, y donde las olas de calor apenas marcan 37 grados que nos dejan sin dormir un par de noches anecdóticas, porque nunca completan los dedos de una mano entera. A veces lo comentamos y otras veces nos miramos cómplices cuando apuramos los días, las horas y los minutos con los niños al aire libre correteando y alternando juegos con baños interminables que sólo tienen dura la salida, pero que se arregla con la la toalla esperando y un bañador seco.
Los incondicionales venimos aunque ya no estemos a 37. Los incondicionales somos apenas seis familias de locos en la zona media desde donde vigilamos ambas piscinas, que estamos cuando la gente viene y permanecemos cuando la gente se va. Los incondicionales nos cruzamos en invierno por la calle forrados de ropa, reconociéndonos con dificultad en esa gente medio desnuda con quienes hemos compartido horas y horas durante casi diez semanas el mismo espacio, sobre el mismo césped bajo el mismo sol, con las lorzas de nuestros felices, reales e imperfectos cuerpos al aire. Nos saludamos con afecto, ¡no te conocía sin bañador! y lloriqueando en el parque cuando ya está cerrada y sale una semana de calor tardía: qué agusto estaríamos ahora en la piscina!
Cuando se acaba la temporada y el último día de piscina además hace calor, nos dan ganas de cantar el "Pobre de mí" antes de volver al frío (o al calor sin piscina), a la rutina, y a los horarios.
La nuestra cerró hace varias semanas ya, y se terminó el verano, mi época favorita.
Feliz otoño, ¡Comienza la temporada de guisos y caldos!