domingo, 18 de septiembre de 2016

Adiós verano, adiós

Llegamos a la pisci a la hora de comer que es la mejor hora. Se han marchado los de la mañana y aún no han llegado los de la tarde. Hay sombra para elegir, la piscina está vacía, preciosa y tranquila y nos bañamos hasta que ya no aguantamos más el hambre y salimos.

Comienzan a llegar los habituales de la tarde, nuestros vecinos de césped, buscando si están libres sus sitios de siempre poniéndose lo más cerca posible si no lo están. Dentro del grupo de los habituales estamos los incondicionales, los frioleros enamorados del verano y del sudor,  de los vestidos y las sandalias, de los pies descalzos y el césped el máximo tiempo posible porque en nuestro pueblo el invierno es muy largo, terriblemente largo con diez meses de sayo, y donde las olas de calor apenas marcan 37 grados que nos dejan sin dormir un par de noches anecdóticas, porque nunca completan los dedos de una mano entera. A veces lo comentamos y otras veces nos miramos cómplices cuando apuramos los días, las horas y los minutos con los niños al aire libre correteando y alternando juegos con baños interminables que sólo tienen dura la salida, pero que se arregla con la la toalla esperando y un bañador seco. 

Los incondicionales venimos aunque ya no estemos a 37. Los incondicionales somos apenas seis familias de locos en la zona media desde donde vigilamos ambas piscinas,  que estamos cuando la gente viene y permanecemos cuando la gente se va. Los incondicionales nos cruzamos en invierno por la calle forrados de ropa, reconociéndonos con dificultad en esa gente medio desnuda con quienes hemos compartido horas y horas durante casi diez semanas el mismo espacio, sobre el mismo césped  bajo el mismo sol, con las lorzas de nuestros felices, reales e imperfectos cuerpos al aire. Nos saludamos con afecto, ¡no te conocía sin bañador! y lloriqueando en el parque cuando ya está cerrada y sale una semana de calor tardía: qué agusto estaríamos ahora en la piscina!

Cuando se acaba la temporada y el último día de piscina además hace calor, nos dan ganas de cantar el "Pobre de mí" antes de volver al frío (o al calor sin piscina), a la rutina, y a los horarios. 
La nuestra cerró hace varias semanas ya, y se terminó el verano, mi época favorita. 

Feliz otoño, ¡Comienza la temporada de guisos y caldos!

sábado, 10 de septiembre de 2016

Brisas de verano y crema de melón con aguacate


En la piscina, la niña chica se acerca a dos niños que juegan al balón pidiéndoles jugar, los cuales la miran de arriba a abajo y la "entrevistan" para valorar el fichaje:

-¿Cuantos años tienes?-pregunta desconfiado el capitán.


-Cinco, y se me han caído dos dientes-contesta resuelta cantando su curriculum.


-¡Hala que fuerte! exclama el otro, que la mira con arrobo desde abajo, porque mide una cabeza menos que ella- Yo tengo 6 y no se me ha caído ninguno!


Y sin necesidad de aportar a la entrevista las cicatrices que se ha hecho en el pueblo este verano por correr con chanclas, entra en el equipo de tres, que sin perder un minuto, comienzan su azote futbolero con una pequeña pelota de Peppa Pig hasta que padres y hermanos les mandamos allá abajo donde no se pone nadie.  

Hoy traigo crema de melón y aguacate, fresca y rica para este verano que se resiste (menos mal) a irse.

1/2 melón (ideal si nos ha salido un poco pepino, para darle uso)
1 aguacate 
1 limón
1 tarrina de queso crema 0% grasa, desnatado o similar
Sal al gusto

Para decorar:
-Jamón cortado en trocitos
-Nueces picadas, pistachos, o similar
-chorrito de aceite de oliva
-Pimienta al gusto

Triturar con la Thermomix velocidad 10 durante dos minutos (y si no tenemos, con la batidora hasta que quede fino) el melón, el aguacate, el queso y el zumo espachurrando el limón. El limón es imprescindible para que no coja mal olor ni sabor, si no tenemos limón, tendremos que consumir la crema en el mismo día, aunque de un día para otro está mejor.

Servir añadiendo el acompañamiento al gusto por encima.