Un día de aquella guerra paseábamos del brazo por aquellos pasillos, los que fueron nuestro último hogar, porque el hogar está allí donde están los tuyos.
Estabas desanimado, y aunque no hablabas claramente, sí lo dejaste escapar: tenías miedo de perder las batallas, la guerra.
En ese momento cruzábamos el hall de aquella clínica vieja, y sobreutilizada, por delante de la maqueta del gran hospital que ya entonces estaba proyectado, y que aún tardó muchos años en construirse.
Era media tarde. El sol entraba por las cristaleras por nuestra derecha. Ibamos agarrados y te contesté que aún tenías que llevarme del brazo al altar, porque llevábamos muchos años de novios el santo y yo, para que nos dejaras colgados.
Dí en el blanco. Te estiraste, erguido, recuperaste tu apostura, y la compostura. El orgullo de padre de la novia te trajo arriba de nuevo, y en tus ojos vi brillar la meta, la ilusión. Eras muy facilón, y cualquier cosa te ilusionaba, como a mí, adoro haberlo heredado de ti.
Perdimos la guerra.
El tío me llevó al altar en tu lugar. Lloré por dentro todo el pasillo, y sollocé los votos porque no estabas.
Mierda.
Hoy me he enfadado con el santo, ha llamado a su padre a las seis de la tarde, después de recordarle tres veces que lo hiciera.
En realidad es pura envidia.
Porque no puedo llamarte.
Un abrazo de oso Tita...
ResponderEliminarAinssssssss....
ResponderEliminarun abrazo!
ResponderEliminarTe quiero
ResponderEliminarTita... Un abrazo.
ResponderEliminarHabrás comprendido lo afortunada que eres porque sólo te enfades con el santo por cosas como esta...
ResponderEliminarUn abrazo achuchado.
Joder (con perdón) qué razón tienes.
ResponderEliminarA mí me llevó al altar mi hermano. Fui la novia más orgullosa del mundo, porque tuve dos padrinos: mi padre desde donde quiera que esté, y mi hermano alli mismo, junto a mí, el mejor padrino del mundo a falta de mi padre. Pero eso no quita para que en todas las fotos yo notara, y siga notando, su ausencia.
Odio con todo mi alma el dia del padre, igual que odio el de la madre, por más que me esfuerce en sonreir por mi hija, porque para ella el dia del padre es el día de SU padre, y el día de la madre es el día de SU madre. Pero para mí es el dia de la gran ausencia, de lo que fue y ya no es.
Yo también tengo envidia, envidia cochina, asquerosa envidia... porque yo tampoco puedo llamarles.
Tita, hay una especie de don que no todo el mundo tiene, y es el de la empatía. Tú con tu padre, yo con el mío."Casi" eramos uno en dos o dos en uno. El ti por y para mí, el yo por y para ti...Eso no lo tiene mucha gente, y claro, no lo puede echar de menos, ahora, que no saben lo que se pierden. Yo también he pasado por ese trago tan amargo, perder a tu alma gemela...que no melliza. Pero, llámame bruja, siguen aquí de algún modo, a mí me lo demuestra casi a diario. "Habla con él", como dice la película. Está ahí mismo...Un abrazo como los que tú das, apretaíto!.
ResponderEliminarHola chicas, gracias por vuestros abrazos y cariños. Me pasa como a Elena odio profundamente el dia del padre porque me siento muy triste, aunque veo tan felices a mis hijas con el suyo. Alejandra, tienes toda la razón
ResponderEliminarAbrazos apretaitos para todas