domingo, 20 de noviembre de 2011

De cuando estuvimos cenando en el futuro


El sábado por la noche tuvimos cena de antiguos alumnos del cole, de la extinta EGB. Hacia 25 años que no estábamos juntos.

Con algunas personas si había mantenido contacto, 3 o 4. Tal vez me había cruzado con otras 4. El resto quedaron en mi memoria congelados con 13 y 14 años, muchos y muchas con el cuerpo aun aniñado antes de crecer.

Nervios previos a la cena, excusas preparadas para últimos momentos de pánico. Desentierro de antiguos temores infantiles y salvavidas de la gente que si que quieres volver a ver.

No voy a quedarme en la retaguardia. He venido a reconocer a mis antiguos compañeros, algunos a conocer porque realmente solo nos cruzábamos por el pasillo, así que tomo la iniciativa en muchas ocasiones de presentarme y preguntar con quien estoy hablando.


Gran alegría de encontrar a viejos y buenos compañeros, de los de los buenos momentos, de los que quedaron congelados así, en pequeñito. Irreconocibles hubieran sido por la calle, jamás me hubiera planteado ni saludarles por desconocidos. Así nos lo manifestamos ambas partes, en varias ocasiones. Hasta que se hacen los 15 segundos de lenguaje corporal y todos los gestos delatan al niño o niña que fueron: las risas con las mismas, el lenguaje no verbal les delata más que el DNI y entonces sonrío porque desde luego, no han cambiado tanto como me pareció al principio.

Difícil en general romper el hielo, y la mesa, rectangular, se organiza espontáneamente por los grupos que fuimos entonces: los chicos con los chicos, las chicas con las chicas y luego subdivisiones.

Comienzan a servir los platos, unos primeros para compartir. Y yo no puedo dejar de sonreír ante la metáfora de nuestro menú, y nuestras vidas: comienzos compartidos. Nuestra primera, primerísima infancia con unas mismas figuras de referencia, y experiencias escolares: el mismo bagaje común.

Croquetas para compartir. Dos tipos, bacalao y jamón, como dos grupos de edad que éramos: Parvulitos A y B, luego remezclados para volver a hacer EGB A y B.

Pates variados acompañados de mermeladas con nombres más resultones que su sabor: mermeladas corrientes al fin y al cabo. Como las fotos disfrazadas del facebook: las mejores fotos escondiendo la cruda realidad, casi tenemos 40 años, y no los frescos 14.

Palabras mayores: ensalada poco aliñada con rulo de cabra. Muy difícil de compartir, ya que alguien ha de tomar la iniciativa de dividir el queso para que todos se sirvan. Todos, en sus grupos respectivos con conversaciones en general difíciles de compartir: C. no tiene hijos aun, así que no preguntes. Se evita intencionadamente preguntar quién estudio que, o en que trabajamos. El que se atreve lo hace con la reserva del que está preguntando a cuanto asciende tu nomina. Algo que ya se sabe que en Madrid y alrededores suele ser tema tabú, aunque la afectación al reservarse la respuesta lleve al error de creer que son más de 3.500 euros.



Ensalada poco aliñada, como la conversación, porque no hay ningún detalle, y el rulo, delicioso en todas sus formas, pero definitivamente imposible de compartir.



Al fin segundo plato, a elegir...como en la vida. Cada uno toma un camino, exactamente único y personal, totalmente diferente e irrepetible: 50 personas, 50 caminos diferentes. Pese a que el menú solo deje elegir entre 3 opciones: carne, pescado o cerdo frito que todo el mundo sabe que es grupo alimentario aparte. Pese a que parezca que en las tres opciones podamos repetirnos, cada uno hace las adaptaciones oportunas, como en su vida: más o menos salsa, más o menos hecho, más o menos cantidad, más o menos confusión: perdone, esto no es lo que yo pensaba ¿podría traerme lo otro?



El postre, como una promesa de futuro, dulzón en todas sus variedades. Un plato con bocaditos de diferentes postres en el que hubo un claro triunfador, y un evidente perdedor. Venció lo tradicional con toques modernos: una mini torrija flambeada. Al fin y al cabo tenemos más edad de la que tenían nuestros padres cuando terminábamos la EGB, pero nos consideramos pelín más modernos. Por eso no dejamos de comer torrijas…aunque sean flambeadas.  


Perdió, por supuesto, la promesa de un futuro almibarado y excesivamente azucarado: la copa de dulce de leche concentrado, que volvió entera a la cocina en casi todos los casos.

Y es que aunque somos de espíritu joven, esa promesa...ya no coló. Será porque ya estamos viviendo el futuro que mirábamos en la EGB, y hemos visto que aun pudiendo ser sabroso, ni mucho menos  es dulzón.


sábado, 12 de noviembre de 2011

Costillar de cerdo asado a la barbacoa (pijama, secador, albornoz)

Después de resignarnos hoy sábado a que papa trabajaba mañana domingo, llega con la gran noticia pintada en su gran sonrisa cuando entra por la puerta: ¡mañana libra!

Un costillar de cerdo asándose en el horno y una botella de cava rosado para celebrar enfriándose en el balcón, mucho más frio y desapacible que el frigorífico desde esta mañana.

Lavar y salar el costillar con las manos, y seguir masajeándole con aceite de oliva virgen extra. Asar en horno fuerte dándole la vuelta de vez en vez más o menos 40 minutos.

Cuando empiece a estar bien dorado, pintarle bien con salsa barbacoa (preferiblemente Hunts) por ambos lados y dejar dorar y hacer costra otros 10 minutos.

Ingredientes para el momento del dia:

  • Un pijama de felpa rosa que hace a la bebe peluche.
  • Un albornoz crema, también de felpa que hace pequeña a la nena grande y que me suplicó heredar. Me fastidia regalárselo porque en realidad no me gusta, y preferiría darle algo que de verdad ella quisiera, y que fuera significativo para mí.

  • Un secador de pelo mientras la bebé agita la cuna impaciente, de pie y agarrada a la barra.

  • El pelo de la nena, brillante y lacio bajo el calor, escurriéndose entre mis dedos y el cepillo. El olor a bebé y a nena ambientando la habitación.

Momento de felicidad de hoy. Es lo único que me hace falta para ser feliz: abrir bien los ojos, mirar, encontrar, relajarme y disfrutar.

martes, 8 de noviembre de 2011

Mantener y cuidar el amor (sopa de arroz, croquetas de cocido y ensalada)

Hoy hablábamos con una compañera de las relaciones familiares, y de hermanos, a veces tensas y complejas según nos hacemos mayores. Explicaba que su marido, muy jovencito aún, no se llevaba muy bien con su hermana.



Y que la llama todos los jueves



-¿Todos los jueves? ¿Y eso?





-Pues porque es consciente de lo frío de su relación, y no quiere perderla, así que tiene puesta una alarma ese día para llamarla y mantener el contacto al menos semanal.





No me ha parecido frío, ni calculado. Me ha parecido de una belleza aterradora que me ha conmovido de arriba a abajo. De un amor sin límites por los suyos, de un esfuerzo por encima del orgullo digno de ser escrito en algún sitio. Así que no se me ocurrió otra cosa que traerlo a mi blog. Solo que ella no lo sabe. Tal vez la invite a leerlo…





Creo que mi amiga ha tenido mucha suerte de encontrar a este chico, porque nunca dejara de luchar por ella.





Hoy hemos cenado sopa de arroz (de brik, porque se me acabo el caldo de cocido) y croquetas...pues del cocido del que ya nos comimos la sopa ¡de qué si no! y ensaladita de canonigos, tomate y palitos de cangrejo aliñada con orégano, sal, crema de vinagre y aceite de oliva virgen extra. No hay foto. Solo de las croquetas que han sobrado, porque hice un montón:






Las pongo como Recetas para todos, aunque quizá para bebés sean pelín fuertes. Todo depende del chorizo o morcilla que se les ponga (yo pongo muy poquito)





Y lo mejor de todo, es que como sabían pelín a morcilla, mi nena, reacia a las croquetas (de bolsa) las ha probado.





-¿A que estas te gustan más?


-Hummmmm


-¿Qué piensas hija?


-Que están exquisitassssssssssssssss (juro que en casa NO hablamos así)





He ascendido otro grado en el madrómetro: ¡mis croquetas son las mejores para mi hija mayor!







Pd. La foto de las croquetas es mía, para quien la quiera usar. Juro que pese a su aspecto, estaban buenísimas