El invierno se retira lento en los límites de Siberia, por eso Katherina y Vladimir van menos abrigados para lo que suelen necesitar.
Katherina se casó hace muchos años con Nicolai, el hermano mayor de Vladimir, porque así lo habían decidido sus padres desde la cuna.
Katherina nunca supo que a Vladimir se le rompió el corazón en aquel momento, aunque ese vacío y también anhelo que tuvo Katherina durante todo su matrimonio con Nicolai pasaba por buscar siempre los ojos de su cuñado. Su brillo indefinido en el fondo de su mirada, siempre la hacía seguir adelante.
Su profunda fe ortodoxa no le hubiera permitido ninguna desviación, así que Katherina nunca se permitió admitir que también amaba a Vladimir.
Por fin, 5 años después de la muerte de Nicolai, su hermano se atreve a poner sus sentimientos en una rosa temprana que compró a una familia de chinos gitanos que pasaba por allí. En realidad le tuvo que dar un par de rublos a la gitana vieja para evitar que le leyera la buenaventura: como buen supersticioso, no quiere tentar al destino conociéndolo por adelantado.
Y como es muy agarrado y no sabe qué hacer con la rosa, decide que es el momento ya, que ya son muchos años de viudedad de Katherina, y que de hoy no pasa.
-Ten, Katherina-le dice arrobado y muerto de vergüenza-una flor para otra flor
Katherina le mira calculando si su cuñado quiere tomarla el pelo, pero a pesar de los gruesos cristales de las gafas de éste, ve de nuevo el brillo en sus ojos, y su corazón salta encabritado.
No obstante este tonto no puede pensarse que vaya a ser una mujer fácil, y sujetando su primer impulso de tomar la rosa y acercarla a su nariz, a sus labios...le dice:
-Anda, anda, quitaté tú de ahí
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¿Qué os parece? Se me ocurrió al mirarles con atención cuando una amiga pelusona empezó el juego imaginando su situación.
Nunca he sabido inventar la vida de alguien que veo por ahí, en el autobús, o esperando en la consulta del médico. Me da vergüenza mirar demasiado. Y además, cuanto más miras, más datos obtienes, y eso no me sirve para imaginar toda una escena, larga o corta, que con una imagen estática.
Tras este ejercicio creativo he recordado aquella vez, hace ya un par o tres de años que nos recomendaron un restaurante ruso muy peculiar.
Estaba en los bajos de un bloque de una gran urbanización de barrio. Su peculiaridad es que era como entrar a cenar en el comedor de Katherina, mi Katherina, la de la historia. Porque cada grupo de mesas tenían manteles diferentes, caseros, nada tipo uniformado como en el resto de la hostelería conocida. La vajilla era la de diario de tu madre, la de onditas de arcopal que tan sólo costaban 18 euros las 18 piezas, ideal para el día a día, para tener dos o tres, y que no notaras la rotura de alguno, de fácil reposición.
Superado el asombro del menaje, y pelín contentos por una cerveza que nos ofrecieron en la barra mientras nos hacían pasar, con la módica graduación de 18º, pedimos la comida como solemos hacer en los restaurantes que no conocemos: pidiendo que nos recomendaran.
Tomamos muchas cosas, todas muy ricas y sorprendentes. Recuerdo especialmente un fiambre de morros y orejas varios creo que de cerdo, y que me recuerda bastante a este fiambre casero de Valdomicer, y que llevo ya varias intentonas de hacerlo. Lo que pasa es que a mí, y a mis carniceros (soy obscenamente desleal entre los super y demás tiendas) apenas tienen nunca manitas, con que los cotubillos o muñecas del cerdo, imagináos.
Receta del fiambre de manitas de cerdo de Valdomicer
Mi santo recuerda con especial deleite la famosa Pechuga a la Kiev. No sé si las habrá mejores, pero puedo afirmar que conseguir una pechuga, rellena con una mantequilla al ajo y perejil, en su punto justo de cocción (en fritura) sin que quede seca, ni cruda, es muy, muy, pero muy difícil de conseguir. Un bocado delicioso. Creo que es la comida lo que hace a un buen restaurante, y no un bonito envoltorio.
En bastantes ocasiones hemos hecho intención de volver allí para repetir, no encontrando el momento. Ahora parece que ya es tarde y que el restaurante ha desaparecido.
Pero yo he encontrado esta receta del pollo a la Kiev y lo voy a intentar, años después de aquella curiosa experiencia, en aquel restaurante peculiar, con aquellos, seguro, Katherina y Vladimir que nos dieron tan bien de cenar, y que casi nos tumban con aquellas cervezas de 18 grados.
Aquella única experiencia allí quedará congelada en nuestra memoria como una escena, como la foto con la que abría el post, como un instante irrepetible ya, y en el que sólo quepa la recreación, la exageración, y la imaginación.
Me gusta tu ejercicio de imaginación, me parece bastante plausible y bonito, real, sobre todo la respuesta de ella, tan de mujer "de antes"...
ResponderEliminarA mi me gusta imaginar situaciones a partir de imagenes o trozos de conversaciones pilladas al vuelo...
la foto del pollo tiene muy buena pinta, independientemente de que el pollo estuviera buenisimo y que estoy de acuerdo que a un restaurante lo hace bueno la comida, pienso que sobre todo lo que hace bueno un restaurante a nuestros ojos es la velada que pasamos en el...y si pasas un buen rato, medio piripi, en buena compañia y comiendo rico siempre te parecera mejor restaurante que el bully con unos compañeros siesos y estiraos ¿no?
Besazos
Desde luego, Uma, que una buena velada la hace la comida y especialmente la compañía...
EliminarImaginaté ya si es en el Bulli con buena compañía jajajajajaja
Besitos
las dos comidas de hoy me han encantado...vaya desilusión pq estaba ya buscando el restaurante.
ResponderEliminarLo de la foto y tu tierno cuento a mi me da mucha pena por el hombre... siempre me han dado en el corazón los cuentos de amores que duran una vida entera en encuentros y desencuentros...hasta las travesuras de la niña mala de vargas llosa me gustó.
ECDC, supongo que serás fan entonces de El amor en los tiempos del cólera. Te aseguro que Katerina caerá antes que Fermina Daza, seguro.
EliminarTengo pendiente a Vargas Llosa, empezaré por lo que me dices ¿se llama así?
Sobre lo del restaurante, ambos son platos tradicionales rusos, así que no creo que haya mucho problema en encontrarlos en otro ruso. Eso sí, lo mismo no es como el que yo conocía...
Besos
Fan absoluto y sin condiciones!!!!!
EliminarY de Vargas Llosa ni de coña empieces por las travesuras de la niña mala... La tia julia y el escribidor, Pantaleón o la fiesta del chivo están mucho mejor para empezar.
Pues por mi pueblo no me suena mucho restaurante ruso la verdad...
El amor y la comida siempre acaban dándose la mano. Muero por una tostadita con foie y confitura de higos homemade. A las 9.56 de la mañana, con mi marido y un vino francés.
ResponderEliminarLo siento tita estoy a régimen y no te puedo leer!! snif snif es un martirio!!
ResponderEliminarSiempre haces que piense en "Como agua para chocolate"...que hermoso el amor que dura hasta que encanecemos...
ResponderEliminarLa comida suculenta ...ñam ñam
Besinos
Preciosa historia de amor, que seguro se acerca a más de una realidad.
ResponderEliminarEn buena compañia todo es más agradable y si es con una buena comida, inolvidable.Y para qué engañarnos, hay lugares en los que, por muy buena que fuera la comida, no los pisaría.
En cuanto al pollo Kiev, tiene que estar muy rico (yo no usaría ajo en polvo)
Un beso
Una historia encantadora.
ResponderEliminarY la receta me parece que tiene que ser una maravilla y riquísima.
Un besote.
Sinceramente, el final me ha decepcionado un poco...pobre Vladimir!!! Jajajaja vas a pensar que últimamente estoy un poco toca pelotas ;) Jajajajajaja es lo que tiene ser sincera, eso sí, el pollo tiene una pinta estupenda. Por cierto! Estas Navidades me acordé de ti pues asistimos toda la familia (marido, yo y mis dos hijos) a una clase de cocina...que divertida fue!!! Y oye aprendimos trucos fáciles y super apañados!!
ResponderEliminarMe encanta la historia. La de Vladimir y la del restaurante. Yo me paso la vida imaninando cosas así
ResponderEliminarPedazo de entrada.
ResponderEliminarMe ha encantado todo, yo me reconozco "mirona" y fantasiosa, imaginar historias con la gente que pasa era un de mis trucos para entretener a los chicos cuando eran pequeños.
Besos
De verdad...lo de las mujeres es mucho.
ResponderEliminarA mi me encanta montarme películas sobre la vida de los demás solo con mirarles.
Ya nos contarás si te sale el pollo.
Al C.D.L.C:"Las travesuras de la niña mala"nooooooooo.