jueves, 9 de abril de 2009

Pizza Casera (o como relajarse amasando)


La pizza es una cena muy socorrida en su grado máximo de vagancia. Por que la pizza tiene grados:

1. Se pide por teléfono y se espera. No es la mejor porque nunca quema, como a mi me gustan las comidas, de soplar, ni la más barata. El trabajo se paga.

2. Se compra en el supermercado congelada o precocinada y sólo tenemos que encender el horno (o su versión de microondas, que aunque insistan, queda chiclosa)

3. Se compra la masa pre-hecha, y una bolsa de mozzarella rallada y la hacemos a nuestro gusto en casa con tomate y los ingredientes que nos apetezcan.

4. Y por fin, la de hoy. Y desde hoy de nuevo (ya lo fue hace tiempo) mi favorita. Hecha en casa desde el principio, masa incluida.

Hace años, por lo menos cinco (antes de nacer mi hija) sí me entretenía en hacer la masa. ¿Por qué dejé de hacerlo? Pregunta absurda en nuestra época de madres y padres trabajadores dentro y fuera de casa, con hijos, y cientos de tareas que parecen tener prioridad. Y un día te das cuenta que ya no dedicas no sólo la mitad del tiempo a tus aficiones, sino casi nada.

Tengo suerte de que una de mis aficiones coincida con una obligación para sobrevivir: la cocina. Pero incluso ahí he ido adquiriendo hábitos malsanos por una malinterpretada urgencia.

¡Me rebelo! (o será que ahora mi hija es más grande y tengo más tiempo) hoy he recuperado más cocina y me siento bien, relajada, y muy, muy orgullosa. No sé como me saldrá de rica la masa de la pizza pero no me importa, puedo repetirla cientos de veces y disfrutar en cada una de ellas.

Amasarla ha sido una experiencia, no digo que orgásmica...porque es para partirse de risa, y además mentira, pero sí se ha acercado bastante a lo que debe ser el sexo tántrico, y eso que "creo" que no lo hemos probado. Aunque vaya usted a saber, muchas veces estamos haciendo o sintiendo algo que luego resulta que tenía nombre (como el síndrome postvacacional)

Amasando la pizza, he sentido que sólo existía eso. Me entenderéis aquellos y aquellas que alguna vez han tenido que releer una página del libro porque habíais llegado al final y no os habíais enterado de nada. Pues eso, pero todo lo contrario. Esa sensación, concentración y a la vez expansión mental. La masa y yo. Vale, reiros.

La amasaba y sentía que podía dejar todas mis emociones ahí...extender, abrir, doblar sobre sí misma, abrir de nuevo, manosear. Todas mis emociones negativas se han estrellado con la masa sobre la encimera, a golpes y volando también por los aires. Luego, sin quererlo y sin ser muy consciente (y es que cuando estoy relajada....) he pensado en mi amor y la forma de amasar ha sido más cadenciosa y sensual, y es cuando he descubierto el poder terapéutico y erótico-sensual del movimiento de las manos y el espíritu volcado por completo en esa simple tarea.

Me he jurado no volver a comprar pizza ni masa a menos que sea estrictamente urgente y necesario (¿cuándo lo es?) y sí tener una cita, al menos quincenal con mis manos y la masa.

Hay placeres en la vida tan sencillos y baratos que dan ganas de llorar. Os cuento como la he hecho. Tal vez luego cuelgue una foto de la pizza terminada y os diga como quedó de sabor y textura, pero hoy, no es lo importante.

En un bol grande he puesto dos tazas de desayuno llenas de harina, y casi un sobre entero de levadura royal (no tener en cuenta medidas hasta post siguiente, hoy es a ojo, como mi famosa tarta, y eso ya sabemos que no da muy buen resultado). He mezclado bien la harina con la levadura y un pellizco de sal. Luego he añadido un chorrito (como dos cucharadas soperas) de aceite de oliva, he mezclado con el tenedor y he empezado a añadir poco a poco media taza grande de agua tibia. Cuando ha empezado a estar espesota (llena de grumotes) he puesto un montoncito de harina en la encimera y lo he empezado a amasar. Si se nos queda pegada en los dedos, poner más harina hasta que no se pegue, y....empezad a disfrutar. De un lado, del otro, del derecho, del revés, arriba, abajo, abridla, cerradla, moldear en bola, extender, volver a cerrar...es una fiesta. Envolvedla en un trapo limpio y dejar reposar (a poder ser en un sitio templado) al menos 1 hora.
Tal vez solo haya sido que en las manos haya puntos que masajeados te hagan relajar y casi alcanzar el pizza-nirvana. Es igual. Es una experiencia a repetir, y si no he hecho otra masa, de tanto como me ha gustado, es porque no tengo ni un huequito en el congelador.

7 comentarios:

  1. ¿Dónde has puesto los dos rombos que no los veo?:O

    Suena apasionante lo que nos comentas. Alguna vez he hecho masa, pero nunca lo habia visto desde ese punto de vista. ¡Habrá que probar!

    Por cierto ¿ Estaba buena la pizza o eso era lo de menos?

    Besos.

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  2. Jajajaja Carmen, sí, era lo de menos, pero la masa ha reflejado bien lo estupenda que me quedé después de hacerla.

    Estaba riquísima, con carne, salsa barbacoa, cebolla y aceitunas negras ¡se nos olvidó hacerle foto!

    El postre, muy bueno también.... ;)

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  3. Shhhhhhhh mejor no pregunto por el postre, porque creo que es el mismo de mi desayuno...

    Disfruta las minivacaciones.

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  4. El cine erotico está en la segunda puerta a la izquierda...

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  5. ¡¡Pero si sólo es un parrafito entre todos los demás, apenas un par de frases!!

    ¿Alguien se ha enterado de cómo se hace la masa para pizza? jajajajaja

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  6. Por fin! Por fin, encuentro a alguien que siente como yo ante el tema "amasar"..., bufff! es una comunión manos, sentidos, sensaciones y placer..., ya somos dos locas.
    Por cierto, nunca he hecho la masa, acostumbro a comprarla de una panadería que son "muy caseras", pero si que he amasado para hacer rosquillas, y jamás fui entendida..., que tranquila y acompañada me he quedado.

    Ya te contaré, porque tengo que probarlo!

    Se me ocurre algo más, pero me lo callo, por si acaso, que estamos en horario infantil, jaja!

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