jueves, 25 de diciembre de 2008

Cuento de Navidad (y no es broma)

Tenía 120 años y con sus 33 metros de altura prácticamente tocaba el cielo. Vivía en una remota selva montañosa del municipio de Gutenstein, en el Valle de Piesting (Baja Austria), ajeno a nuestras guerras y miserias, tan sólo preocupado por aguantar el peso de la nieve sobre sus ramas, es verdad, cada año más escasa. Hasta que un día llegó el ingeniero forestal y se fijó en él.

−Sin duda es el mejor ejemplar, el más grande y hermoso −dijo con voz profunda, de experto.
Al oírlo, algunas de las acículas más bajas del viejo abeto se sonrojaron de vergüenza, mientras todo el árbol se pavoneó de orgullo aprovechando la llegada de una fría racha de viento. Seguro que los otros abetos de la vaguada se estaban muriendo de envidia.

Días más tarde volvió el ingeniero, pero esta vez acompañado por decenas de obreros y un gran camión grúa. Cuando los vio encender las terribles motosierras supo con certeza que su final había llegado.

−¿Pero no decían que era el más bello, alto y bien proporcionado del bosque? ¿Por qué entonces le querían matar?

−Amigo, tienes suerte −le explicó uno de los leñadores.Tu cadáver es el regalo de nuestro gran país, Austria, al país más pequeño del mundo, el Vaticano. Te clavaremos en medio de una hermosísima plaza, la de San Pedro, adornado con más de dos mil esferas, cientos de luces y una gran estrella en la punta. Un coro de niños de Altenburg te dará la bienvenida, aunque para entonces ya no te darás cuenta de nada porque estarás muerto. Allí se expondrá tu cadáver mes y medio, hasta el 2 de febrero, para mayor gloria austriaca. Serás símbolo del nacimiento de Cristo y de la vida eterna que tú ya no tendrás. Miles de personas se fotografiarán felices a tu lado.

−¿Y después? −preguntó el gigante.

−¿Después? Después te tirarán a un vertedero.


No es un cuento de Navidad. Es una triste realidad, mantenimiento de una idiota costumbre inaugurada por Juan Pablo II, así que en absoluto es antigua y tradicional.
¿Tan difícil es para la curia vaticana dar ejemplo y salvar la vida a estos excepcionales abuelos vegetales? Mientras tanto, sobre sus conciencias caerá el pecado de ser cómplices del asesinato de nuestros más fabulosos gigantes, y del derroche energético de su traslado desde tan lejanos lugares por meros intereses estéticos.
(Recibido por e-mail hoy, 25 de diciembre de 2008)
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4 comentarios:

  1. ¡Qué pena! Pena por el triste final de este gran árbol (no merecia una muerte así) y pena porque haya personas ciegas a la belleza de la vida.

    Este año en mi recorrido por Italia llegué hasta el Vaticano y sentí vergüenza ajena al ver la cantidad de tesoros que acumula la Iglesia cuando hay tanta miseria y pobreza en el mundo. Mi fé nuevamente se tambaleó.

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  2. Quizá solo sea cuestión de separar nuestra idea personal de Dios, de aquellos que dicen representarla, Carmen. Y aceptar que podemos hacerlo, poder vivir nuestra fe personalmente y sin intermediarios.

    Dios no nos va a pedir el saldo de nuestra cuenta bancaria al morir, sino las cuentas del alma que dejamos pendientes, y las inversiones (inmersiones) que hicimos en el corazón de los demás.

    ¿Necesitamos edificios y curia para ello?

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  3. ¿Que esperas de la Iglesia?

    Enfin, es muy tirste, pero me temo que no va a cambiar mucho. Asi somos los humanos mi niña.

    Besitos

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  4. Bueno, a mi de estos señores que predican viviendo en la opulencia, me espero cualquier cosa. Debería de darles vergüenza, de eso y de tantas cosas!!!

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