
Mi santo no es de entretenerse en internete, eso sí, en cuanto le digo que he escrito algo nuevo en éste mi (vuestro) blog, se lo mira enseguida, y me propone nuevos temas: ¿y cuando vas a contar ésto, y cuando vas a contar aquello? Dice que se me da bien y que le gusta mucho. A la vejez viruelas, y mira tú por donde siempre nos quedan cosas con qué sorprendernos (bueno, vejez ninguna, pero parece que 17 años juntos, más de la mitad de nuestra vida, dan solera)
El caso es que, en su honor, voy a inaugurar una serie de nuestras cuitas en cocinas y comedores ajenos, que la verdad, el otro día recordándolo, nos hacía doblarnos de la risa. Por cierto, necesitaría si alguien avispadillo/lla me pudiera explicar como se hace eso de poner una palabra aquí, subrayada tan chula, que fuera enlace de otro post, blog o sitio. Burra que es una, eso sí, sinvergüenza para preguntaros y pediros ayuda.
Pues eso, que quería inaugurar mi anecdotario de comer "fuera" con un viaje a Salamanca de finde que nos hicimos años ha, puffff, novios y renovios éramos. El caso es que muy chulos nosotros nos cogimos uno de esos talones de Week-end Plan, sí, esos que desde 3000 pesetas de las de entonces, te daban una noche de hotel ¡y los había buenísimos! Claro, cuando un hotel de 4 ó 5 estrellas funcionaba con un talón tan barato, o es que era guarro, o se comía mal, o estaba en el culo de la ciudad en cuestión.
Caso 3. Nos reservamos en un Meliá por, ya digo, un talón bastante económico. En las afueras de Salamanca. Bueno, no pasa nada, llevamos el coche, venga. El hotel era comodísimo y de lujísimo. Y la primera noche, como estábamos ya cansaillos, pues vimos en el ascensor que la cena con menú de degustación era bastante asequible para que una parejita de trabajadores temporales por ETT y estudiantes además, se diera el "lujillo" de cenar más o menos de postín a un módico precio.
Allá que vamos, ea. No estamos hechos nosotros para tanto lujerío...Recuerdo que lo que comimos fue de lo más delicioso que hemos probado nunca. Yo no conocía la lechuga de hoja de roble, con ahumados, una auténtica delicia...no sé que más cenamos, bueno, bueno, eso sí, aunque nos distrajera bastante la camarera, a metro y medio de nosotros (no había nadie más), pendiente de rellenarnos la copa ¡ni que fueramos mancos!
Parecíamos dos niños vaciando el plato, no nos fueran a regañar. Y nada de hablarnos, y menos de las cosas que nos ibamos a hacer el uno al otro arriba aprovechando la juventud, la soledad, la pasión, las hormonas y la cama de dospordos ¡Pegaíta pegaíta la teníamos!
Seguro que la gente fisna puede ignorar estas cosas...a nosotros nos resultaba imposible dirigirnos la palabra, y casi ni pedirla, ¡mire, deje usté aquí la botella, que ya nos llenamos nosotros cuando sea!
Me recuerdo como Paco Martínez Soria de smoking y la boina en el bolsillo, aparentando un control que no tenía sobre como comportarse con una camarera-maitre taaaaaaaan solícita ¿querría propina?
En fin. Que por lo que se ve, no soy mujer de término medio. A los dos días, antes de irnos y paseando por Salamanca, empezamos a buscar ya un sitio donde comer. Que no fuera muy caro, claro, porque ya nos habíamos dado los correspondientes homenajes, y gastado dinerillo en llevar detalles a casa, no se fueran a pensar que habíamos estado los dos días en la habitación metidos haciendo guarreridas españolas...
Damos vueltas y más vueltas, y veo un sitio, así, como humilde con un pizarrín que pone Menú del día 250 pesetas (en la época en la que un menú corriente costaba 750 pst. y el de lujo 1200, ojo, al cambio 7 euros ¿os dais cuenta)
Ah, pues estupendo ¿no? le digo a mi marido por entonces novio. Y él recela...Demasiado barato ¿no?, ¡Anda!, le digo yo, pues si no nos gusta el menú (no lo tenían escrito en la puerta), pues nos pedimos la carta, que con este precio, lo de la carta no debe ser mucho más caro....
¡Alma de cántaro!
Entramos, y el mobiliario, te mueres...¿recordáis las mesas aquellas de nuestras madres, las de la cocina, esas de libro, con las sillas a juego que eran de tablón con chapilla forrada en marrón...u otros colores? Si las tuvieron vuestras madres (o vosotros si sois de los '50 en adelante), sabéis perfectamente a las que me refiero....creo que salen en el Cuentamé.
Bueno, es igual, porque allí, si había 10 mesas, cada una era diferente, con sus correspondientes sillas diferentes a des-juego, claro, cada una de su padre y de su madre.
Rápido nos hace la ficha ¡de arriba a abajo! un chico muy avispaillo, que no dejaba de moverse, y nos sienta ¡aquí chicos!....ni pensarnoslo nos deja.
Mi chico y yo nos miramos, y rápido viene el nen con la libreta y nos suelta:
-TEEEEEENEMOS de primero sopa o judias verdes y de segundo almóndigas o SALCHIIIIIIIICHAS con hueeeeeevo.
-Estupor máximo-momento redondo-momento kitkat. Mi cerebro procesa rápidamente....ehhhhhhhh a ver....aquí huele a sopa de avecrem que apesta, nada, nada, las judias con la pinta del sitio tienen que tener hebras hasta debajo del plato. Las almóndigas ni de blas, vamos, mi madre, siempre de hostelería me tiene dicho que las almóndigas ni olerlas que son perfectas para reciclar.
Mi santo interrumpe mis pensamientos (éstos duraron una milésima de segundo) para preguntar, con los ojos llenos de chirivitas (adora las salchichas) ¿las salchichas son de casquería?
El nen le mira de medio lao y le contesta-no, de paquete de plástico-
Vale, no me deja opción de segundo plato ¿como voy a comer salchichas de oscar mayer en un restaurante? así que....cierro mi sorprendida boca y le digo muy digna (creo que ni siquiera había soltado el bolso, lo tenía en el regazo, o sea, que imaginad, tal y como me veo yo ahora desde la distancia, tiesa como un palo, sin soltar el bolso no se lo fuera a comer la sopa de avecrem asesina, como si fuera una marquesa con la nariz arriba, como si todo oliera a mierda) pues eso, que le digo muy digna:
-Nos trae la carta por favor.
Creo que me dijo algo. Yo miraba a mi chico, que enrojece hasta los pelos, y vuelvo a mirar al nen, que definitivamente, me está perdonando la vida. Y repito:
-Nos trae la carta por favor.
Y él volvió a repetir, lo que yo no había oido una primera vez:
-No, no tenemos carta. Solo lo que os he dicho.
-Bueno, pues yo sopa y salchichas con huevos
-¿Un huevo o dos huevos?
Toma ya, económicos hasta el final....pues venga, uno, no vayamos a descompensar el presupuesto...
No os cuento el bochorno y la sopa, porque fue tan espeso uno como clara la otra....¿creeis que una sopa de sobre no puede estar mala? pues probad a echar un sobre en una cacerola con 5 litros de agua. Cuando hayan cocido los fideos, le echáis otro puñado. Y cuando los segundos estén cocidos, le volvéis a echar otro puñadito. Y si ha reducido mucho de agua, no pasa nada, le ponéis otros dos litros y listo.
Al igual que la tarta de manzana, para la historia y los restos le quedó a mi marido la muletilla, imitándome tiesa como un palo con mi bolso en el regazo y las dos manos sobre él ¿Me trae la carta por favor?
Como habréis imaginado, era un comedor que se dedicaba a llenar la tripa a la multitud de estudiantes que viven, pueblan y dan vida a Salamanca. Porque eso no es dar de comer, es llenar la tripa.
Así que ya véis, mis extremos, de hija con entrecejo de Paco Martínez Soria en el Meliá un viernes por la noche, a maxi-pija ridícula clon postural de Tamara Falcó en el comedor universitario....¡ainsssssss!